Las trabajadoras sexuales se han salido a las calles para reivindicar sus derechos. No es la primera ocasión que lo hacen. En el pasado lo han hecho en numerosas ocasiones, tal como muestran Experto en Igualdad y Lunawine acudiendo a diferentes noticias, pero quizás esta sea la ocasión donde la movilización se produce en un clima de mayor hostilidad. Tal vez por esto movilizarse en ahora es, si cabe, más necesario que nunca. En plena ofensiva abolicionista, mientras se ejecutan medidas que atacan directamente al sector y se proyectan otras que pretenden darle la estocada definitiva, la resistencia puta sale a la calle para visibilizar que las afectadas son personas de carne y hueso que conforman un colectivo con una articulación de demandas concretas. Hoy las trabajadoras sexuales, convocadas por el sindicato OTRAS y la asociación de prostitutas feministas AFEMTRAS, se han concentrado frente al ministerio de Consumo para protestar contra las medidas que prohíben la publicidad de los anuncios de servicios sexuales en Internet.
No es la primera que ocurre en España algo similar. Hace aproximadamente un año tuvo lugar en la Carrera de en Jerónimo, frente al Congreso de los Diputados, la que probablemente fue la mayor manifestación de trabajadoras sexuales en la historia de nuestro país. Cientos de paraguas rojos, significante que se ha convertido en símbolo del sector, se esparcían a lo largo y ancho de la calle, mostrando un colorido característico dentro de un ambiente bullanguero y reivindicativo. En esta ocasión, al igual que la anterior, la movilización no contó con la cobertura mediática que merecería un evento de similares características, una muestra más de la manipulación informativa y del sesgo mediático con que los medios de comunicación tratan este fenómeno: ocultándolo. El Puto Programa sí estuvo presente en la concentración para traernos numerosas imágenes donde se pueden apreciar los carteles, emblemas y estandartes, además del ambiente festivo y pacífico en el que se desarrolló la protesta. “No estamos obligadas” rezaba un cartel, “derechos laborales para las trabajadoras sexuales”, señalaba otro. Un sin fin de eslóganes exhibidos por mujeres con rostro, aunque cubierto por máscaras blancas para protegerse del estigma.
Enrique Quirón entra en el programa para hacernos eco de las principales noticias de la semana. Los medios se han hecho eco de las 350 cartas, una para cada diputado, que las trabajadoras sexuales han hecho llegar a los parlamentarios que constituyen las Cortes Generales. En estas misivas exponen sus reivindicaciones a los representantes políticos y demandan medidas que salvaguarden el sector y respeten su actividad. Quirón también nos muestra un vídeo de una actuación policial en Suecia que se ha hecho viral en redes sociales. En este vídeo se puede ver como una pareja de policías vestidos de calle abordan a un cliente de servicios sexuales que sale del piso de una trabajadora sexual para detenerlo. Este tipo de actuaciones evidencian la práctica de las políticas abolicionistas y refleja un Estado policial enfocado en la persecución del trabajo sexual. Otro aporte importante que hace Enrique al programa de hoy es recatar unas imágenes de Lola Flores donde relata cómo en su juventud intercambió sexo por dinero. Lo confesó con sinceridad en un programa de televisión no mucho tiempo antes de fallecer. Lo contó con su garbo y gracia particulares. La principal reflexión que nos trasladan estas imágenes es cómo se ha transformado el debate cultural acerca del sexo de pago durante las últimas décadas, resultando impensable actualmente que una figura de renombre, como lo fue Lola Flores, realizase unas declaraciones similares sin que sufriera las consecuencias del estigma de la ideología dominante.
El programa cambia de tercio y retoma la manifestación de las trabajadoras sexuales en Madrid de la mano de Jota Trans, trabajadora sexual y en esta ocasión reportera. Jota nos acerca la opinión de varias profesionales allí presentes. Pícara Bloom, una de las activistas entrevistada, afirma “que el trabajo sexual es trabajo” y que “criminalizar el entorno de las trabajadoras sexuales supone criminalizarlas a ellas”. Asegura que las restricciones en la publicidad del trabajo sexual precariza la vida de las trabajadoras sexuales y las empuja a trabajar para un tercero. Otra trabajadora sexual que accede a ofrecer declaraciones, asegura que las profesionales del sexo no quieren ser rescatadas y solamente piden que las dejen trabajar. Considera el trabajo sexual como una actividad que empodera y permite a muchas mujeres mantenerse a la espera de regularizar su situación migratoria con cierta seguridad económica. Esta trabajadora sexual anónima crítica la modificación de la ley de Publicidad en lo relativo a los anuncios sexuales, así como la vaguedad de las leyes que sitúan la vulnerabilidad como elemento central de la explotación sexual.
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